En una conversación distendida, como son las que se tienen frente a la máquina de café en la oficina, surgió la polémica el otro día.
El incidente de la hinchada mexicana que gritaba “puto” al portero del equipo rival en el Mundial de Brasil 2014 ha sido tomado por la FIFA como un ataque homófobo y la sombra de la sanción planea sobre la selección del país. Con motivo de esta noticia, el periódico El País ha publicado el un artículo en el que se explica las razones, no sólo de la FIFA; sino también de varios organismos mexicanos, para condenar la acción de la hinchada.
Uno de mis compañeros, no podía entender que estuviera de acuerdo con lo que se dice en ese artículo, si días antes había publicado en este mismo blog una entrada en defensa del uso de tacos y malas palabras. Sin embargo, existe una diferencia entre lo que realizó la hinchada y lo que se expone en mi post. La hinchada no reforzaba léxicamente su discurso, era un ataque. No apreciado como tal, pero ataque.
Como bien se comenta en el artículo del periódico, no porque algo se haga siempre significa que sea correcto. Si bien palabras como “coño”, “joder” , etc… aportan fuerza al discurso, otras expresiones sólo producen un ataque y no añaden esta carga.
En España hace tiempo que dejamos de usar la expresión “hacer el indio” por considerarla ofensiva; el postre “brazo de gitano” paso a llamarse “bizcocho enrollado de chocolate”; o ya no llamamos “catalán” a alguien que es tacaño. Eran expresiones que se usaban “de toda la vida” pero que hubo que cambiar o suprimir. Recordemos que la moral y valores de la sociedad evolucionan con el tiempo y la lengua debe hacerlo también.
Para muestra un botón. No hace tanto tiempo, en 1991 concretamente, los humoristas más conocidos de toda España realizaron un sketch sobre las mujeres maltratadas que en su día se consideró tremendamente gracioso. Es casi impensable que hoy en día se emita algo así en una sociedad civilizada.
