Hablar con la voz de otro es complicado, pero cuando se usa un intérprete es necesario.
La interpretación siempre debe ser en primera persona. Es creencia común que un intérprete siempre empieza sus frases con un «Dice que», «Opina que», «Le parece que»; y eso no es así. Al menos no debería. La interpretación ha de ser lo más fiel al mensaje original; por tanto, el uso del estilo indirecto distorsiona el mensaje.
Además, esta situación puede dar lugar a equivocaciones si la persona receptora del mensaje no está acostumbrada a tratar con intérpretes. Si, por ejemplo, estamos interpretando una llamada telefónica y quien llama es una mujer, debemos hablar de nosotros mismos en femenino. (“Estoy encantada de saludarte”; “llegaré a las 9:00 directa a la reunión”; etc…) independientemente de nuestro género.
Existen muchos ejemplos de situaciones en las que el intérprete ha sido malentendido. Un médico, por ejemplo, puede creer que es el intérprete el que está enfermo en lugar del paciente. O más grave aún; un juez puede pensar que el intérprete es el asesino de alguien. Sin embargo, por muchas situaciones cómicas que se produzcan, el intérprete debe apelar a su profesionalidad y continuar con su labor.
La interpretación en primera persona crea un contacto directo entre los interlocutores, relegando a un puesto secundario al intérprete, que es justo dónde quiere estar. Recordemos que la mejor interpretación es la que pasa desapercibida.
